Después de leer esta entrada en Principia Marsupia, en la que se nos relata la mágica historia de un paciente que padece una sordera profunda y que ha podido disfrutar de la música por primera vez en su vida al cambiar su modelo de audífonos, me hecho esta pregunta: ¿cómo se perciben los sonidos desde un audífono? ¿Cómo es posible poder escuchar y entender una conversación normal pero ser incapaz de apreciar la música? Todavía no he estudiado ORL en la universidad, pero aún así he decidido aventurarme a encontrar una respuesta y compartirla con vosotros. Si alguien detecta cualquier fallo en lo que voy a exponer a continuación, que me deje un comentario abajo y lo corregiré inmediatamente
En la mayor parte de los casos, una persona que padece una hipoacusia neurosensorial suele tener un problema en las células ciliadas del Órgano de Corti, una estructura localizada en el oído interno y que tiene como función percibir y transformar las ondas mecánicas del sonido en señales eléctricas que, a través del nervio auditivo, llegan al cerebro. Una persona de estas características tiene, por lo general, dos soluciones: los audífonos y los implantes cocleares.
Un audífono consiste en un micrófono que amplía la señal percibida y la conduce por la vía natural que sigue el sonido en nuestros oídos: las ondas mecánicas entran en el canal auditivo, se transmiten a la cadena de huesecillos, al tímpano y, finalmente, éste mueve una serie de líquidos que estimulan a las células ciliadas del Órgano de Corti, que, como hemos dicho, son las encargadas de transformar estas señales para que el nervio auditivo las conduzca a niveles corticales. Por otra parte, el implante coclear, como su propio nombre indica, es una prótesis que consta de una parte externa y otra interna. La parte interna tiene que ser implantada por una intervención quirúrgica y lo que hace es transmitir la información que recibe la parte externa directamente al nervio auditivo. Un implante coclear puede ser una importante mejora en la vida de un paciente que no se ha beneficiado lo suficiente de los audífonos convencionales, pero dado que la intervención que necesita entraña algunos riesgos, se ha de valorar en todo momento su indicación y las posibles expectativas del mismo.
Generalmente, los pacientes que padecen una hipoacusia suelen escuchar peor unas frecuencias que otras (en términos de sonido y resumiendo un poco, la frecuencia es lo que mide si un sonido es más agudo o más grave que otro). Por ello, la calidad de sonido de los primeros audífonos impedía considerablemente disfrutar, por ejemplo, de la música a aquellos que los necesitaban: aumentaban todas las frecuencias percibidas y unas se escuchaban mucho más fuerte que otras, con lo que la distorsión del sonido era enorme.
La existencia de estas limitaciones ha hecho que se focalizara la atención de estos aparatos en permitir escuchar el habla a los pacientes y no tanto otros sonidos o combinación de los mismos como puede ser la música. Tanto en la música como en el habla normal, son importantes una precisión temporal y otra en el espectro de frecuencias (es decir, en la sucesión de distintas notas musicales siguiendo unas reglas), pero ambos componentes no tienen el mismo peso en lo uno y en lo otro. Así pues, mientras que en el habla predomina lo temporal, en la música es lo espectral, y ésta es la parte más difícil de percibir por aquellos que necesitan o bien un implante o bien un audífono.
Si tuviéramos que separar la música en unos ingredientes, éstos serían tres: altura, tempo ytimbre. En general, el tempo (la velocidad con la que se toca la pieza musical) lo perciben igual de bien que las personas que tienen una capacidad auditiva normal; sin embargo, no ocurre lo mismo con la altura y el timbre. Con respecto al timbre (también denominado “color del sonido”, es lo que hace que nos suene distinto un do en el piano y otro en el arpa, o las voces de las diferentes personas), los estudios avalan que tienen ciertas dificultades a la hora de diferenciar el sonido de dos instrumentos musicales; mientras que su percepción de la altura (la frecuencia, o cómo de agudo o grave es un sonido) ha sido descrita como de “amusia” o “sordera de tonos”, es decir, que no pueden distinguir la diferencia de intervalo de dos notas musicales y no apreciar por tanto las melodías. Por ejemplo, mientras que una persona con una audición normal puede diferenciar los sonidos de dos teclas seguidas del piano (que tienen, como mínimo, un semitono de diferencia si son mi-fa ó si-do), los implantados cocleares no son capaces de hacerlo hasta que la diferencia alcance las siete teclas.
En este vídeo de youtube, que es una simulación de cómo escucha un implantado coclear una frase y una pieza musical, podeis ser testigos de lo que supone todo este párrafo. Podéis ver que el tempo se percibe bien y que se puede “intuir” cuáles son los instrumentos que suenan, pero la melodía es imposible de percibirla correctamente.
Pero bien es cierto que ahora los nuevos audífonos son digitales y permiten regular de una forma más estrecha qué frecuencias son necesarias enfatizar y cuáles no, con lo que la calidad del sonido es mucho mejor e incluso ya hay pacientes que disfrutan de la música. Además, también existen los denominados audífonos híbridos, que combinan la transmisión tanto de estimulación acústica (como la que recogen los audífonos) como eléctrica (la que producen los implantes cocleares). De esta forma, la calidad de audición de estos pacientes puede mejorar notablemente, pero también puede remover ciertas barreras y hacer que se sientan más integrados en la sociedad al poder comunicarse mejor y compartir una afición muy extendida: la música.
Para terminar, aquí otro vídeo divulgativo en el que se muestra con una simulación el proceso más habitual por el que se pierde la capacidad auditiva (inglés):
Bibiografía
- Kraus N et al. Experience-induced malleability in neural encoding of pitch, timbre, and timing. Ann N Y Acad Sci. 2009 Jul;1169:543-57.
- Gfeller K et al. The Effects of Musical and Linguistic Components in Recognition of Real-World Musical Excerpts by Cochlear Implant Recipients and Normal-Hearing Adults. J Music Ther. 2012 Spring;49(1):68-101.
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