La emoción y las conductas musicales motoras son otros temas de interés para la psicología de la música y que merecen una mención.
De la emoción en la música se ha escrito mucho. Pero se ha explicado poco, tanto desde la teoría musical como desde la experimentación. Que se trata de una fenómeno clave en la experiencia musical no hay duda. Sin emoción no habría música. Al parecer activa áreas generales del cerebro relacionadas con la recompensa y el placer, lo cual tampoco da grandes pistas. Según los pocos estudios realizados, desde el punto de vista emocional la música no parece distinguirse mucho de otras experiencias humanas.
El hecho de que patrones acústicos específicos influyan en nuestros estados emocionales no es una capacidad exclusiva ni de la música ni tampoco de los seres humanos. Sabemos desde Darwin que las vocalizaciones animales producen estados emocionales. Muchas de las llamadas de sumisión o afiliativas tienden a estar armónicamente estructuradas, las llamadas de atención, en su mayoría, tienden a subir en frecuencia, y las voces de agresión son cortas y de tipo “staccato”. Esto también ocurre en humanos. Podría ser que nuestras facultades musicales hubieran reusado este mecanismo que no evolucionó originalmente para la música. Los estudios transculturales indican que los occidentales reaccionan a los ragas indios de forma parecida a los propios indios usando claves comunes (el tempo, los cambios de tono y quizá otras).
De la teoría musical sabemos que las obras en tono mayor con tempo rápido suelen ser consideradas como alegres, las obras en tono menor y tempo lento suenan melancólicas y tristes y las que tienen disonancias y tempo rápido inducen temor. Pero eso es teoría musical occidental. No parece que sea exportable a otras culturas. Quizá el fenómeno más universal sea el de las canciones de cuna o nanas.
No hay que olvidar la vivencia asociada a la música. Me gusta una canción, me emociono con ella porque me recuerda a mi primer amor o al verano que pase con mis amigos... La asociación entre música y episodios de la vida es inseparable. También en vivencias colectivas como los soldados que van a la guerra, los deportistas en el podio o los oyentes de un concierto.
Si la percepción musical es intrigante, la interpretación musical es una conducta motora deslumbrante, incomprensible y difícil de seguir. Un concierto de piano que dure 20 minutos con compases de duración media (2s por compás) y 16 notas por compás (8 por cada mano) tendrá 9.600 notas (20x30x16). El interprete habrá aprendido la secuencia motora para 9.600 movimientos de dedos cada uno en su tiempo, en su lugar, con su duración y con su intensidad. El estudio de las estructuras neurales que soportan tal desempeño será sin duda fascinante.
Como fascinante resulta esta virtuosa conducta motora de Anna Netrebko interpretando Sempre Libera de la Traviata de Verdi que conecta con los circuitos de las emociones, anuda la garganta, humedece los ojos, contiene la respiración, altera el pulso cardíaco y pone los pelos de punta.
Como fascinante resulta esta virtuosa conducta motora de Anna Netrebko interpretando Sempre Libera de la Traviata de Verdi que conecta con los circuitos de las emociones, anuda la garganta, humedece los ojos, contiene la respiración, altera el pulso cardíaco y pone los pelos de punta.
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FUENTE: http://sinapsis-aom.blogspot.com.ar/2010/12/psicologia-de-la-musica-iv-emocion-y.html
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