244 jueves, 24 de Abril de 1997 | ||
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MYRIAM LOPEZ BLANCO
MYRIAM LOPEZ BLANCO
En aquella época se estilaban unas batutas del tamaño de un báculo arzobispal y la forma de utilizarlo para marcar el compás era golpearlo contra el suelo. El compositor francés J. B. Lully (siglo XVII) -fundador de la ópera francesa y autor de la obra Dios salve al Rey que al parecer le plagió Haendel- estaba dirigiendo la pieza Te Deum en honor a Luis XIV cuando, en uno de los compases, se aplastó el pie derecho. La herida se complicó y una gangrena acabó con su vida. La relación entre el instrumento musical y el intérprete puede provocar una serie de patologías que tendrían más fácil solución si el médico tuviese en cuenta la profesión del enfermo.
Hay pocas publicaciones médicas que aborden estas dolencias, sobre todo en España. Sin embargo, un grupo de especialistas de este país se ha reunido para escribir un libro sobre este tema. Tecnopatías del Músico fue presentado el pasado mes de febrero. Se trata de una obra entretenida, llena de ilustraciones y de referencias a la historia de la música, pero que aborda extensamente cada una de las patologías más frecuentes que afectan a los intérpretes en su camino hacia el virtuosismo.«La obra va dedicada tanto a músicos como a los médicos y pretende tener un aire preventivo», ha declarado a EL MUNDO el doctor Luis Orozco Delclós, del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital de la Cruz Roja, de LHospitalet, Barcelona, y uno de los directores y autores del libro. «Estos temas no nos los explican en la Facultad de Medicina. Y, aunque son facilones para un médico, es preciso conocerlos para saber afrontar una situación similar cuando estamos delante de un músico con estos problemas». Tanto el profesor de música como el médico pueden y deben aunar sus conocimientos para evitar estas lesiones.
LA VOZ
En este caso, el músico lleva el instrumento musical incorporado en su garganta, y, aunque lo utiliza, nunca ha podido ver cómo es y rara vez sabe cómo se afina o cuáles son los secretos que lo hacen sonar. Según Jordi Perelló, ex presidente de la Sociedad Internacional de Foniatría, nuestro cuerpo puede compararse a un intrumento musical de viento: los pulmones son los que facilitan la corriente de aire. Los pliegues vocales, «mal llamados cuerdas vocales, porque no tienen forma de cuerda» son los que pueden vibrar y producir sonidos como respuesta a una corriente de aire. Y, por último, la boca y la garganta, que sirven para modificar el sonido y darle un timbre propio. La naturaleza marca el tipo de voz que tenemos cada uno de nosotros, y es imposible cambiar esta decisión. Es decir, que si una persona ha nacido para ser soprano, por ejemplo, no puede ser un tenor. Otros aspectos, como los cambios hormonales, también han de ser respetados por el cantante. Así, se sabe que en los periodos menstruales, la voz femenina cambia ligeramente de tono («se torna velada o ronca y es difícil obtener los agudos»). Tanto es así, que en los contratos ha de constar explícitamente que en esos periodos de tiempo no se cantará. También es sabido el cambio de voz en los niños y niñas alrededor de los 14 años de edad. En los siglos XVI y XVII, cuenta el doctor Perelló, se castraba a los niños para que no perdiesen su voz aguda. Farinelli, uno de esos pequeños, fue soprano italiano que cantó para Felipe V y fascinó al público londinense de la época con su voz.
Forzar las condiciones naturales de la voz puede causar daños importantes, por lo que es importante que el cantante descubra y se ajuste a su tipo de voz, y que no cante durante la muda de voz o durante periodos menstruales. Cuando aparece un trastorno de la voz, no siempre es fácil saber qué está pasando. Según el doctor Perelló, a veces, es preciso hacer un examen completo (radiografías, y pruebas de todo tipo) para llegar a una conclusión clara. La patología más común es el llamado resfriado de garganta, que empieza a veces con un simple carraspeo y acaba con la afonía absoluta. Para evitarlo hay que huir de las corrientes de aire, los cambios bruscos de temperatura y de las bebidas heladas. Otra enfermedad de la laringe es el cansancio de la voz (la ringopatía aguda). Tiene los mismos síntomas que la anterior, pero las causas son distintas: gritar, llorar o forzar la voz en una representación dramática o en situaciones de la vida real (viendo un partido de fútbol, por ejemplo), reir, hablar o cantar exageradamente en un ambiente cargado de humo y de ruido. Como remedio, el doctor Perelló recomienda reposo de los pliegues vocales, y no hablar ni, por supuesto, fumar durante unos días, hasta que el foniatra dé su permiso. Cualquiera de estas enfermedades puede convertirse en una ronquera interminable si no se cura del todo o se trata de forma inadecuada. A veces, puede formarse una especie de callosidad en los pliegues vocales que impide que éstos se cierren del todo. Este es el llamado nódulo del pliegue vocal, una enfermedad crónica, típica de las personas que abusan de la voz: profesores, locutores, actores, o cantantes sopranos o tenores (registros agudos). Esta enfermedad anuncia el ocaso de la voz y el laringólogo ha de ponerle remedio inmediato, que en algunos casos requiere cirugía.
LA BOCA Y LOS DIENTES
Los instrumentos que se ejecutan con la boca son los principales causantes de estas alteraciones, según los doctores Fernando Autrán, médico estomatólogo, y Javier Barrachina, director del Laboratorio Protésico Dental. Sin embargo, hay otros instrumentos que no requieren lo que se llama embocadura (es decir, la función de colocar los labios en la boquilla de un instrumento para insuflar el aire), pero que precisan un tipo de sujeción que puede provocar igualmente alteraciones de esa zona de la cabeza, como es el caso del violín o la viola, que se apoyan entre el hombro y la mandíbula y pueden llegar a desplazar esta última. Hay un síndrome bastante frecuente entre los trompetistas, que utilizan el primer tipo de embocadura, que consiste en una rotura del músculo orbicular de los labios. El doctor Planas de Barcelona le dio el nombre de síndrome de Satchmo, en honor a Louis Amstrong, célebre trompetista de jazz de Nueva Orleans. El principal síntoma es el dolor, sobre todo en las notas altas, cuando la presión del labio es mayor y el labio empieza a vibrar. Y la solución suele ser una operación sencilla que consiste en coser los músculos rotos.
La forma de la boca influye mucho en la manera (y hasta en las posibilidades) de tocar un instrumento de viento, y del mismo modo, el instrumento en sí puede afectar a la morfología de la boca y provocar maloclusiones (dientes mal colocados). Así, se sabe que el saxo y el clarinete pueden favorecer lo que se llama retrognatismo (es decir, que al cerrar la boca no encajen los dientes y los incisivos superiores sobresalen con respecto a los inferiores, que quedan hacia atrás). Otra alteración es el prognatismo (incisivos inferiores que salen hacia afuera). A veces, es conveniente que el experto aconseje cambiar el instrumento, o cambiar la embocadura para evitar la maloclusión. Y si todavía no se ha elegido el instrumento, no está de más que las personas que tienen una de estas deformaciones por naturaleza consulten con su dentista para que les aconseje sobre el tema. Además, una persona que no pueda encajar los dientes, es decir, que siempre le quede una abertura delantera de la dentadura al cerrar la boca (lo que se llama una mordida abierta) debería elegir un instrumento que no fuese de viento. Si no encajan tampoco los molares, el caso es más grave y se llama mordida cruzada. En este caso, es difícil que el individuo pudiese tocar bien la trompeta, para lo cual se necesita una buena simetría de los músculos de los labios, según Autrán y Barrachina.
NERVIOS
Dentro del grupo de especialistas en neurología es donde más frecuentemente se encuentran médicos interesados en la patología musical, según el doctor Manuel Subirana, ex director del Instituto Neurológico Municipal de Barcelona y miembro de la Real Academia de doctores de Cataluña. Entre las alteraciones neurológicas más frecuentes está la hiperhidrosis, es decir, la sudoración excesiva (de las manos y de la cara), que se puede combatir con psicoterapia. Determinados tipos de música pueden ser desencadenantes de dolores de cabeza, tensión nerviosa y hasta de crisis epilépticas. En este último caso, los destellos intermitentes de las luces que suelen acompañar a algunos conciertos musicales suelen ser los causantes de las crisis epilépticas reflejas en los pacientes con este tipo de enfermedad neurológica.
Las rampas profesionales, que aparecen cuando se repite un gesto muy a menudo y durante mucho tiempo (por ejemplo, los pianistas). Puede afectar tanto a la mano como a los músculos de la boca o al brazo. Rampa es un término poco adecuado, ya que se trata, según el doctor Subirana, de una contracción mantenida e indeseada en el momento de hacer una función específica que dificulta la interpretación musical. El nombre correcto es distonía de función, y suele aparecer después de pasar varios años tocando el mismo instrumento. Los dedos que quedan más afectados suelen ser el meñique y el anular. Cuando les sobreviene la rampa se quedan inútiles, contraídos o extendidos momentáneamente, sin responder a la voluntad de la persona: tocar el instrumento, en este caso. Es difícil diferenciar a veces entre una distonía, un pinzamiento nervioso y una sobrecarga muscular, y eso es algo vital a la hora de hacer un buen diagnóstico.
TRAUMA
El síndrome de sobrecarga suele aparecer por los movimientos repetitivos realizados a expensas de un grupo de músculos concreto. Es especialmente frecuente en los instrumentos de cuerda, donde la mano izquierda (que recorre constantemente el mástil del instrumento) se ve afectado el doble o el triple de veces que la mano derecha. Tocar un solo instrumento y tener un mismo repertorio de música agrava la situación del síndrome de sobrecarga. Según los doctores Luis Orozco y Joan Cervelló, ambos del Hospital de la Cruz Roja de LHospitalet de Barcelona, pueden aparecer inesperados síntomas de sobrecarga al cambiar de técnica. Por ejemplo, interpretar a Mozart no requiere abrir tanto las manos como se precisa con Brahms, que compuso las piezas de acuerdo al tamaño de su propia mano, que era muy grande. Del mismo modo, dicen estos especialistas, las personas con manos pequeñas pueden encontrar dificultades frente a los instrumentos de cuerda grandes, como el contrabajo. La tendinitis suele estar provocada por movimientos repetitivos, pero la base es una inflamación del tendón debida en muchos casos a una enfermedad reumática o infecciosa. La patología de los tendones es frecuente en pianistas, guitarristas e instrumentistas de cuerda, trompetistas, flautistas e instrumentistas de viento en general.
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