La música es una herramienta comunicativa intrínsicamente humana. Hay evidencia de instrumentos musicales en el paleolítico, hace 40.000 años.
Podemos no entender el idioma de otro, pero difícilmente no entenderemos lo que quiere transmitirnos con su música. La música es el lenguaje del cerebro, que procesa ambos de forma similar.
Se puede escuchar música, tocarla, cantarla o movernos a su ritmo. La experiencia de la música activa simultáneamente múltiples regiones cerebrales y diferentes sistemas, la percepción, la motricidad, el lenguaje y las emociones.
El cerebro es una máquina de predicción y está especialmente preparado para la música, escucharla le produce placer y activa regiones relacionadas con las emociones y las recompensas. Cuando escucha una melodía que le agrada se anticipa e intenta adivinar como sigue. Si es una melodía que ya conoce, se adelanta en unos segundos al momento álgido de la música, la expectación nos emociona. Con sólo imaginarla se activan ya las regiones cerebrales que se implican en ella.
Cantar con otros, tocar un instrumento, bailar,… la música nos “sincroniza”, nos conecta a los demás y fortalece nuestros lazos sociales. Transmite nuestras tradiciones y las preferencias familiares. Ayuda a la memorización y al aprendizaje. Hay una música para cada situación emocional.
En resumen, a los seres humanos nos encanta la música.
Se ha terminado el verano y pronto volveremos a la rutina, pero eso no quiere decir que tengamos que renunciar al tiempo de calidad con nuestros hijos.
Aquí os dejo una sugerencia musical que he tenido la suerte de disfrutar este verano. El violinista Ara Malikian con el espectáculo PaGAGnini, música y humor que sin duda activan nuestro cerebro.
Sobre los beneficios de la música y la música como terapia, hablaré en otro post.
Ya sabes… si te gusta, te agradezco que lo compartas.
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