Para tratarlas y prevenirlas, se creó en el país la primera fundación de Latinoamerica dedicada a la llamada medicina del arte. De qué se trata.
Por Martín De Ambrosio
A toda orquesta. Jorge y Adriana Pernoff trabajan juntos para cuidar las manos de los músicos. Dicen que en el país, los que más se resienten son los guitarristas.
Una vieja regla dice que es muy difícil o directamente imposible hacer algo bien antes de haberlo practicado unas 10 mil veces como mínimo. Es una idea que se aplica a múltiples acciones, pero con más frecuencia para referirse a la buena ejecución de un instrumento. Incluso, aseguran que Mozart tocó el clavicordio durante 20 mil horas antes de los diez años... ningún prodigio se construye sin sudor. Con tanto esfuerzo, que hasta una máquina sentiría, es casi natural que aparezcan lesiones y dolores derivados de la ejecución musical.
Porque ni el cuerpo más musical está preparado para trajines semejantes. Y así es que cuatro de cada cinco músicos a lo largo de su carrera tendrán algún problema físico, pequeño, mediano o grande, derivado de tocar la guitarra, el piano o hasta las maracas. Por esa razón, especialistas argentinos en este tipo de males decidieron reunirse para formar la Fundación Las Manos del Músico con la intención de diagnosticar más y mejor, reforzar terapéuticas y, en lo posible, prevenir lesiones de los miembros superiores de los intérpretes.
Repetición. La Fundación –que funciona como tal desde hace dos meses, aún sin sede física– nació de una sensación de carencia de un enfoque integral para las reiteradas dolencias de los músicos. ¿Pero qué le duele al músico? Según Adriana Pemoff, la traumatóloga y cirujana de manos que preside la Fundación, cada artista tiene su propio drama. “Son patologías vinculadas al estilo de vida y a la ejecución del instrumento. No es un estilo de vida fácil. Un músico es un deportista de alta performance, un deportista emocional, que no se da cuenta deque lo es, de que es como un maratonista de cuatro horas por el nivel de desgaste físico al que está expuesto”, comparó. Por esa razón, no hay una receta para evitar lesiones y dolores. “Evaluamos a cada uno con un protocolo exhaustivo. Analizamos desde la traumatología, pero también indagamos cómo duerme, si toma alcohol, si hace otras actividades físicas, para saber de dónde se disparan las molestias”, agregó.
Pemoff, que lleva más de veinte años en el rubro, buscó junto con la terapista de mano Cristina Alegri y otros colegas imitar experiencias similares en los Estados Unidos, Francia, Alemania y España. Entre múltiples profesionales –kinesiólogos, nutricionistas, fonoaudiólogos, psicólogos–, también cuentan con consejos de los propios músicos.
En la Argentina, los más lesionados son los guitarristas, pero sólo porque hay más. “En otros lugares es el piano el causante de los dolores”, señaló Pemoff. Se estima que en el país hay unos 50 mil músicos, de los cuales 40 mil serán pacientes tarde o temprano. “Las lesiones aparecen ante un cambio de instrumento o de técnica, o cuando se modifican bruscamente las horas de estudio o ensayo”, dijo.
Neurología. Al argentino Leonardo Cohen, que trabaja en los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, con sede en Bettesda, lo entusiasma la nueva Fundación. En la década del 80, Cohen ya inyectaba botox para curar a músicos con distonía focal de la mano (en la que se dificulta controlar el movimiento de extremidades).
“La idea de un tratamiento integral es muy interesante”, subrayó. Y agregó: “En los últimos años hubo avances importantes para tratar a artistas: mejoras en la cirugía de la mano; avances en rehabilitación, al tratar de crear técnicas de entrenamiento que reducen el problema; y por último, hoy se sabe que existen pacientes que experimentan una reorganización en el cerebro, como cuando un pianista quiere mover el índice y se le mueven tres dedos”. Por eso, añadió, este tipo de abordaje integrador trata de encarar el todo: reentrenar al individuo reentrenando el cerebro.
“De todos modos, es muy difícil porque el cerebro de un músico coordina treinta músculos en cada antebrazo. En cambio, la coordinación de alguien que corre requiere de diez músculos muy grandes en cada pierna. Saber por qué razón un dedo no se mueve en el tiempo y momento adecuado es muy complejo”, concluyó Cohen
El Cos-Art, la experiencia catalana
En Barcelona hay otra argentina pionera en el tratamiento de músicos con problemas de salud o, más bien, que buscan evitarlos. Se trata de la pianista Yiya Díaz, radicada en Cataluña desde hace más de tres décadas, quien puso el ojo en la prevención de los malos hábitos de los músicos para evitar en lo posible llegar a la medicalización. Convencida de que toda actividad artística compromete la totalidad de la persona, Díaz creó el Cos-Art, método que “permite tomar conciencia de las trabas que impiden la expresión y, mediante la práctica de ejercicios concretos, condicionar el organismo para que sea más libre y más pleno”.
El Cos-Art también funciona para actores y bailarines, y se ha extendido hasta arquitectos y escritores. Ella aclara que no es un método para relajarse sino para expresarse mejor.
“Para los educadores corporales y músicos, lo importante es cómo se enseña para que el artista no se enferme. Hoy en Barcelona es obligatoria en los conservatorios la educación corporal para los músicos, aunque es optativa para los alumnos”, señaló. Y agregó: “El 80% de los músicos sufre desde pequeños problemas, como dolores, cansancio en los hombros o en los codos, hasta patologías que los obligan a dejar de tocar. Investigando por qué sucede esto, vimos que en un porcentaje bastante importante (60%) esto podría no suceder si el cuerpo estuviera en la transmisión educativa. La educación corporal es prevención: es la conciencia de cómo desarrollar hábitos correctos para una ejecución libre y feliz”, resumió.
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