El arte como refugio: La visión de Boris Cyrulnik sobre la resiliencia
El arte como refugio: La visión de Boris Cyrulnik sobre la resiliencia
El psiquiatra, neurólogo y etólogo francés Boris Cyrulnik es uno de los principales referentes mundiales en el estudio de la resiliencia, ese misterioso proceso por el cual algunas personas logran rehacerse después de atravesar situaciones traumáticas. Sobreviviente del Holocausto, Cyrulnik no solo habla de resiliencia desde la teoría, sino también desde una profunda experiencia personal.
En su obra, Cyrulnik plantea que la resiliencia no es una “invulnerabilidad”, sino una capacidad de reconstruirse, de reinventar un relato que dé sentido al dolor. Y dentro de los factores que pueden favorecer esa reconstrucción, el arte —en todas sus formas— ocupa un lugar privilegiado.
El arte como lenguaje reparador
Para Cyrulnik, el arte tiene una potencia única: permite expresar lo indecible. Cuando el trauma no puede ser dicho con palabras, cuando el dolor es demasiado grande para ser formulado, la música, la pintura, la danza o la escritura pueden convertirse en un lenguaje alternativo. A través del arte, la persona puede sacar afuera lo que quedó atrapado por dentro.
“El arte es un modo de hablar cuando las palabras fallan”, sostiene Cyrulnik.
Este enfoque se conecta con lo que muchos educadores, artistas y terapeutas ya han intuido: el arte no solo entretiene o embellece, también cura.
Crear para sobrevivir
Cyrulnik describe cómo, en contextos de guerra, exilio o violencia, los niños que dibujaban, cantaban o jugaban tenían más posibilidades de elaborar el trauma. La creación artística no borra lo vivido, pero permite darle forma y canalizarlo. Es un puente entre el mundo interior fragmentado y un afuera con sentido.
En sus textos, se refiere a experiencias como la de Paul Celan, poeta sobreviviente del Holocausto, cuya poesía fue el vehículo para reconstruir su identidad herida. O a niños que, tras situaciones de abuso o pérdida, lograban a través del arte “contarse otra historia” que los ayudara a salir del silencio del trauma.
La resiliencia como narrativa
Un aspecto clave del pensamiento de Cyrulnik es que la resiliencia necesita una historia. Y el arte, al ser una forma de narrar —aunque sea sin palabras—, se convierte en una herramienta esencial.
En ese sentido, tocar una melodía, pintar un cuadro o escribir un poema no es solo una actividad estética, sino un acto de reescritura de la identidad. El sujeto ya no es solo la víctima del acontecimiento traumático, sino también el creador de una respuesta singular, cargada de belleza, dolor y sentido.
Implicancias para la enseñanza del arte
Para los docentes, músicos o terapeutas que trabajan con personas vulneradas, el enfoque de Cyrulnik ofrece una clave ética y pedagógica: enseñar arte no es solo transmitir técnica, sino abrir un espacio para la expresión emocional.
Crear confianza, permitir el juego, habilitar la exploración sin juicio... todo eso puede ser un factor protector. Como dice Cyrulnik:
“El arte no salva por sí mismo, pero puede ser el inicio de un nuevo relato donde el dolor no tenga la última palabra.”
Conclusión
La resiliencia no es un rasgo fijo, sino una posibilidad que se construye. Y en ese proceso, el arte puede ser un compañero silencioso, profundo, vital. Según Boris Cyrulnik, cada trazo, cada nota, cada metáfora puede ser un paso más hacia la reconstrucción de lo humano.
En un mundo herido, el arte sigue siendo uno de los lenguajes más poderosos para sanar.
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