Básicamente el objetivo de la página es el análisis a través de diversos documentales y trabajos de Neurocientíficos y especialistas en el área de como la MÚSICA tiene implicancias en el CEREBRO.
viernes, 30 de enero de 2015
jueves, 22 de enero de 2015
domingo, 18 de enero de 2015
El lóbulo frontal: el director ejecutivo del cerebro
http://universoup.es/11/explorandoelhorizonte/explorando-el-horizonte-2/
Escrito por Darwin Riofríoenero, 2015
El lóbulo frontal es uno de los cuatro lóbulos de la corteza cerebral y constituye una región grande que está situada en la parte delantera del cerebro, justo detrás de la frente (ver figura 1). Es el responsable de procesos cognitivos complejos, las llamadas funciones ejecutivas. Estas funciones son operaciones mentales dirigidas hacia un fin que permiten el control conductual, es decir, posibilitan que podamos elegir, planificar y tomar decisiones voluntarias y conscientes. Según Elkhonon Goldberg, el lóbulo frontal es al cerebro lo que un director a una orquesta: coordina y dirige las otras estructuras neurales del cerebro en una acción concertada.
La memoria de trabajo, el lenguaje, el movimiento o la autoconciencia dependen del lóbulo frontal, así como la originalidad y la creatividad (para innovar hace falta conocer, lo que indica la importancia de la memoria de trabajo).
La región ejecutiva: la corteza prefrontal
La parte anterior de la corteza frontal, la corteza prefrontal (ver figura 2), desempeña el papel decisivo en lasfunciones ejecutivas a través de la integración de la información, permitiendo la elección de objetivos y la organización de los planes de acción para realizarlos. Constituye una región cerebral que nos hace humanos y únicos porque es de las más recientes filogenéticamente y la última en madurar en la ontogénesis.
Se ha demostrado que existe una relación entre el desarrollo de las funciones ejecutivas y el proceso de maduración de la corteza prefrontal. Algunos estudios demuestran que en niños de 5 años ya se han desarrollado, parcialmente, la memoria de trabajo, la inhibición y la flexibilidad cognitiva que son componentes claves de las funciones ejecutivas.
La corteza orbitofrontal, que forma parte de la corteza prefrontal, está implicada en el procesamiento y control socioemocional, en el trabajo cooperativo y su responsabilidad en las funciones frontales se debe a sus conexiones con la amígdala y el sistema de motivación y gratificación de la dopamina.
Desde la perspectiva educativa, es importante analizar el aprendizaje de las funciones ejecutivas del cerebro, dada su responsabilidad en la dirección y regulación de la conducta del alumno. El autocontrol y la capacidad de inhibir la respuesta instintiva constituyen factores críticos en la optimización del rendimiento académico (y no sólo académico).
El lóbulo frontal en acción: novedad y rutina
Diversos experimentos han demostrado que el lóbulo frontal se activa más cuando la tarea es novedosa. En un estudio5 se pedía a los participantes el verbo adecuado que representaba a un sustantivo que era presentado visualmente. Mediante la tecnología PET (tomografía por emisión de positrones) se observó un mayor flujo sanguíneo en el lóbulo frontal. Sin embargo, cuando los participantes seguían con el experimento y el proceso se convertía en rutinario, el flujo sanguíneo desaparecía. Al introducir una nueva tarea similar a la inicial, se observó un aumento del flujo sanguíneo frontal que no alcanzó los máximos iniciales. Esta investigación demostraba la importancia del papel desempañado por el lóbulo frontal en el procesamiento cognitivo novedoso. Cuando las tareas realizadas ya son conocidas la participación del lóbulo frontal es menor, asumiendo el control el resto de la neocorteza.
En otro estudio6 se midió el flujo sanguíneo cerebral (mediante la misma tecnología que el anterior) a participantes a los que se presentó una tarea novedosa y se observó que el lóbulo frontal derecho se activó más que el izquierdo. La práctica continuada de las tareas hacía que el lóbulo frontal izquierdo se activara más que el derecho. Esto sugiere que en el proceso de aprendizaje existe un desplazamiento del control cognitivo desde el hemisferio derecho al izquierdo conforme la tarea novedosa inicial se hace más familiar. Además, se comprobó una mayor activación en las partes posteriores de la corteza respecto a las frontales mientras se asimilaba la experiencia. Este estudio resultó de suma importancia porque también determinó que el lóbulo frontal (especialmente el derecho) es el responsable de mantener la atención continua. Y el que permite a nuestros alumnos, aburridos ante nuestras explicaciones, evitar la desconexión cuando creen que puede existir alguna información importante. Una muestra más de la confrontación continua entre el cerebro inconsciente (más emocional y automático) y la consciencia (más racional y no automática).
Autocontrol
En un artículo anterior 7, en Escuela con Cerebro, analicé los experimentos realizados por Walter Mischel sobre el aplazamiento de la recompensa en niños de 4 años de edad. La investigación demostró una correlación entre la incapacidad para controlar los impulsosbásicos en la infancia y connotaciones socioemocionales y académicas negativas en la adolescencia. En concreto, las pruebas de aplazamiento de la recompensa de los niños de 4 años de edad predecían mejor que el cociente intelectual los resultados en las pruebas SAT (Test de Aptitud Académica).
Los experimentos de Mischel y similares sugerían cómo mejorar el autocontrol: cuando se dieron instrucciones a los niños impulsivos sobre cómo obviar la recompensa (en aquellos casos las golosinas) se observó que eran capaces de inhibir el impulso. La impulsividad infantil se puede educar de forma progresiva: el niño comienza obedeciendo las instrucciones del entorno familiar y educativo para luego darse a sí mismo las instrucciones necesarias para ejecutarlas. La dependencia inicial va generando la propia autonomía, construyendo una voluntad que no es innata, que depende del desarrollo y que constituye un factor crítico en la madurez social.
¿Por qué hay niños que son capaces de aplazar la recompensa con 4 años y otros no? Según Allan Schore 8, las interacciones sociales tempranas entre la madre y el niño son cruciales para el desarrollo normal de la corteza orbitofrontal durante los primeros meses de vida. Al gran crecimiento del cerebro durante el primer año, hay que añadir la influencia de los cuidadores sobre el bebé que afecta a las conexiones entre el cerebro ejecutivo (lóbulo frontal) y el cerebro emocional (sistema límbico). La toma de decisiones adecuadas requiere autocontrol, flexibilidad cognitiva, planificación o perseverancia.
Resumiendo, el niño necesita al adulto para que sea un guía válido que permita ayudarle en el proceso de reflexión y vaya induciendo creencias positivas sobre su capacidad.
Emociones y sentimientos en la toma de decisiones
Continuamente abogamos, como objetivo educativo esencial, por la enseñanza de la gestión emocional, asumiendo con naturalidad la presencia de emociones positivas y negativas aunque intentando cultivar las primeras en detrimento de las segundas. Las emociones y lo sentimientos que de ellas se derivan9 son componentes imprescindibles en los procesos de razonamiento, toma de decisiones y experiencias sociales. Aquí tiene un gran valor el habla interior: ¿Cómo realicé el ejercicio?, ¿qué consecuencias tuvo su resolución?, ¿qué emociones recuerdo de aquel suceso?,…
Según Antonio Damasio , “el hecho de que los sentimientos sean acontecimientos mentales nos ayuda a resolver problemas no rutinarios que implican creatividad, juicio y toma de decisiones que requieren la presentación y manipulación de enormes cantidades de conocimiento”.10
Somos conscientes que cuando manifestamos emociones positivas podemos focalizar la atención en las tareas deseadas, mientras que las emociones negativas (por ejemplo, la tristeza) pueden ralentizar el proceso de razonamiento. Además, lasemociones desempeñan un papel importante en la cooperación. Como comentábamos anteriormente, el aprendizaje de comportamientos cooperativos implica a la corteza orbitofrontal y su falta de desarrollo en los niños hace que les sea difícil cooperar. La cooperación se aprende conviviendo, compartiendo y comprendiendo, que es lo que posibilita el lento desarrollo del lóbulo frontal a diferencia de otras especies. Aunque existen predisposiciones genéticas, el verdadero aprendizaje se obtiene en la escuela de la vida.
Consideraciones pedagógicas finales
Otro de los conceptos relevantes en el marco global de las funciones ejecutivas es el de la responsabilidad, que ha de ser aceptada y asumida por los alumnos. Cuando son capaces de identificar en qué pueden influir o no, aumenta la probabilidad de que acepten las consecuencias de su comportamiento.
Es muy importante tener objetivos, saber planificar, llevar a cabo estos planes y saber también evaluar los resultados, pero para ello hay que afrontar las dificultades que puedan surgir y aprender de los errores. Es conveniente que a los niños (especialmente a los más pequeños) se les recuerde los objetivos continuamente y, mediante la motivación adecuada, facilitar la atención que podemos favorecer elogiando los progresos y estableciendo rutinas para desarrollar las tareas. Lo novedoso estimula la atención y fomenta una actitud proactiva.
Impulsividad, hiperactividad, descontrol, falta de atención,…caracterizan a muchos de los niños en la actualidad, por lo que el aprendizaje de los sistemas ejecutivos se nos antoja imprescindible como primordial. La toma de decisiones adecuadas requiere autocontrol, flexibilidad cognitiva, planificación o perseverancia. Como el desarrollo del lóbulo frontal depende de la interacción social, el proceso educativo resulta clave en la maduración del individuo. La educación cambia el cerebro y el cerebro va a cambiar mucho la futura educación.
Jesús C. Guillén, Astrofísico, profesor de Matemáticas y Física en el Bachillerato. Editor y administrador del blog:Escuela con Cerebro.
Imágenes:
Fig 1. Representación de los cuatro lóbulos cerebrales: frontal (rojo), temporal (azul), parietal (verde) y occipital (amarillo)2.
Fig 2. Representación de la corteza prefrontal.
Fig 2. Representación de la corteza prefrontal.
1 Goldberg, Elkhonon, El cerebro ejecutivo: lóbulos frontales y mente civilizada, Crítica, 2009.
2 Damasio, Hanna, Human brain anatomy in computerized images, Oxford University Press, 2005.
3 La filogenia hace referencia al origen y desarrollo de las especies mientras que la ontogenia se refiere a la formación y desarrollo del individuo. El lóbulo frontal (y en concreto la corteza prefrontal) apareció muy tarde en términos evolutivos y su desarrollo posibilitó la aparición del lenguaje, la conciencia o la cultura que nos hace seres humanos. Sin embargo, su desarrollo en el individuo no finaliza hasta entrada la edad adulta.
4 A. García-Molina et al., “Maduración de la corteza prefrontal y desarrollo de las funciones ejecutivas durante los primeros cinco años de vida”, Revista de Neurología, 2009. La flexibilidad cognitiva permite adaptar nuevas estrategias para aprender.
5 M.E. Raichle et al., “Practice-related changes in human brain functional anatomy during nonmotor learning”, Cereb Cortex 4, 1994.
6 J.M. Gold et al., “PET validation of a novel prefrontal task: delayed response alteration”, Neuropsychology, 1996.
8 Schore, Allan, Affect regulation and the origin of the self: the neurobiology of emotional development, Lawrence Erlbaum Associates, 1994.
9 Las emociones son percepciones acompañadas de ideas y formas de pensar y los sentimientos son percepciones corporales y mentales mientras se manifiesta la emoción. Como dice Antonio Damasio en su obra Y el cerebro creó al hombre (Destino, 2010): “Las emociones, en general, operan de forma automática y en cierto modo a ciegas, hasta que empiezan a ser conocidas por las mentes conscientes en forma de sentimientos”.
10 Damasio, Antonio, En busca de Spinoza: neurobiología de la emoción y los sentimientos, Crítica, 2005, pág. 171.
Para saber más:
-Marina, José Antonio, La inteligencia ejecutiva, Ariel, 2012.
-Spitzer, Manfred, Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida, Omega, 2005.
-Entrevista a Elkhonon Goldberg: http://www.desdeelexilio.com/2008/06/09/el-cerebro-ejecutivo-entrevista-a-elkhonon-goldberg/
-Resumen sobre estrategias pedagógicas basadas en el funcionamiento cerebral:
viernes, 9 de enero de 2015
¿Un Stradivarius suena mejor que un violín moderno?
http://www.muyinteresante.es/historia/preguntas-respuestas/iun-stradivarius-suena-mejor-que-un-violin-moderno
Estas son las conclusiones de un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences en el que se pidió a 21 músicos de prestigio que compararan violines de los prestigiosos fabricantes Stradivarius yGuarneri de Gesú con otros más modernos. El experimento se realizó en habitaciones sin luz y rociadas de perfume para camuflar el olor de los instrumentos. Los resultados mostraron que el que más gustó a más violinistas fue uno moderno y el que menos un Stradivarius, aunque las puntuaciones obtenidas tanto por los violines antiguos como por los nuevos fueron muy similares. Además, no se encontró relación entre el valor monetario y la edad de un violín con la calidad musical que percibían los participantes, y la mayoría de los artistas fue, además, incapaz de adivinar si había estado tocando un Stradivarius, un Guarneri o un violín moderno.
Aunque de forma general se piensa que el sonido de los violines modernos es peor que el de los famosos Stradivarius, los cierto es que muchos músicos son incapaces de distinguir entre el sonido de ambos al tocar en una cámara sin luces.
Estas son las conclusiones de un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences en el que se pidió a 21 músicos de prestigio que compararan violines de los prestigiosos fabricantes Stradivarius yGuarneri de Gesú con otros más modernos. El experimento se realizó en habitaciones sin luz y rociadas de perfume para camuflar el olor de los instrumentos. Los resultados mostraron que el que más gustó a más violinistas fue uno moderno y el que menos un Stradivarius, aunque las puntuaciones obtenidas tanto por los violines antiguos como por los nuevos fueron muy similares. Además, no se encontró relación entre el valor monetario y la edad de un violín con la calidad musical que percibían los participantes, y la mayoría de los artistas fue, además, incapaz de adivinar si había estado tocando un Stradivarius, un Guarneri o un violín moderno.
Tocar el violín, mejor que las pastillas para los trastornos psicológicos de los niños
http://www.muyinteresante.es/salud/articulo/tocar-el-violin-mejor-que-las-pastillas-para-los-trastornos-psicologicos-de-los-ninos-921419852598
“Es la investigación más importante que se ha realizado sobre los efectos de tocar un instrumento en el desarrollo cerebral”, así definen los psiquiatras del Colegio Médico de la Universidad de Vermont el trabajo que acaban de hacer público en el Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry.
Dirigidos por James Hudziak, los expertoshan analizado las resonancias magnéticas de 232 sujetos de entre 6 y 18 años para buscar, sobre todo, alteraciones significativas en la corteza cerebral: los engrosamientos y adelgazamientos de esa zona están relacionados con problemas como laansiedad, la depresión, las dificultades para concentrarse, la agresividad y la pérdida de control de los impulsos.
En primer lugar, encontraron algo previsible: que la práctica musical afectaba a las neuronas de la región motora, ya que exige control y coordinación de los movimientos. Pero más importante fueron los cambios detectados en la parte de la corteza cerebral vinculada a “la memoria de trabajo, el control de la atención, la organización y planificación, la inhibición de los impulsos y el procesamiento de lasemociones”, como detallan los autores del estudio. Hudziak lo resume en una idea: un violín puede ayudar más que un frasco de pastillas a un niño con trastornos psicológicos.
La música como acto reflejo universal
http://elpais.com/elpais/2015/01/08/ciencia/1420672954_338028.html
Investigadores prueban que la reacción física ante una melodía es independiente de la cultura de los oyentes
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En plena selva congoleña, en el corazón verde de África central, se observa una estampa singular. Dos miembros de una tribu de pigmeos están sentados frente a un ordenador. Tienen sensores en sus mejillas y sus frentes y auriculares en las orejas. Los ojos cerrados, con concentración. Es su primera vez escuchando a Wagner. A más de 10.000 kilómetros de allí, en Montreal, un grupo de canadienses hace lo mismo. Solo que lo que ellos escuchan son los cánticos de la tribu para vencer el miedo en la caza, levantar el ánimo de un pesar u honrar a un muerto.
Tal es el experimento que han presentado en la plataforma de divulgación científica Frontiers investigadores de la Universidad McGill de Montreal y de la Universidad Technische de Berlín. La conclusión, para uno de sus responsables, el investigador y psicólogo musical Hauke Egermann (Brake, Alemania, 1981) es toda una sorpresa: “Las respuestas biológicas de ambos grupos fueron muy similares. Aunque la hipótesis de partida era que el efecto de la música podría ser universal, no me esperaba que entre dos culturas con tanta brecha la confirmáramos”, explica Egermann. La brecha de la que habla es ciertamente enorme, ya que no solo la tribu no había oído jamás música occidental, sino que su modo de vida no incluye la electricidad, ni ninguna de las ventanas al mundo como radio o televisión que vienen con ella.
Para encontrar esta esencia común a todo ser humano, Egermann y el resto de científicos emplearon tres tipos de medidas bajo un mismo punto de partida: “Usamos la teoría para describir qué entendemos por emoción de que la música provoca tanto un sentimiento subjetivo como una reacción del cuerpo medible”. El primero fue un iPod Touch que permite, con solo el deslizar del dedo, que los oyentes reflejen su percepción musical con una elección muy simple: rozar el dispositivo en horizontal describe si la emoción es positiva o negativa; hacerlo en vertical si la melodía calma o excita. La segunda medida era la puramente biológica: ritmo cardíaco y respiratorio o conductancia de la piel —la capacidad de transmitir electricidad, que se ve afectada por la sudoración, síntoma emocional evidente—. Por último, las expresiones faciales, los pequeños y grandes cambios que expresan pesar o alegría; pero allí fallaron los sensores, porque, según Egermann, “el calor de la jungla y el sudor hicieron que sus datos fueran defectuosos”. Sin embargo, bastó con el ritmo cardíaco, el respiratorio y la conductividad para comprobar que estas dos comunidades se hermanaban en su respuesta.
Donde sí mediaba un abismo era en la interpretación subjetiva y, por tanto, filtrada por lo cultural, de cada grupo. Todos los fragmentos de música occidental escuchados por los pigmeos fueron valorados sin excepción como negativos desde un punto de vista emocional. Daba igual que se tratara de una melodía divertida de Star Wars que una seria o incluso pesarosa, como un fragmento tomado de La lista de Schindler. Para esta tribu todo lo escuchado era negativo, como explicaron sus 40 miembros tras largas entrevistas con los investigadores. “Para los pigmeos, el significado de la música solo puede ser positivo. Todas sus canciones son para animar un estado anímico negativo. Para que el que está triste se alegre, para que el cazador aterrado gane valor… No conciben, como los occidentales, que se dedique la música a transmitir emociones negativas”, abunda Egermann. Con los canadienses que escuchaban los cánticos pigmeos ocurrió otra falta de comunicación de distinto orden: “La música en general les gustaba, pero no entendían su significado ritual. No captaban la información que intentan sugerir sus canciones. No interpretaban el significado que intentaban evocar los himnos”.
Para el futuro, Egermann descarta nuevos experimentos en la jungla. “Los realizó mi compañera, Nathalie Fernando, que se pasó un mes allí para este artículo”. El futuro de esta investigación, al menos para Egermann, se agita entre arpegios. “Quiero estudiar con más detalle cómo se relaciona la estructura musical con las reacciones físicas, ahondar en los detalles”. Y sobre si opina que, en el hipotético encuentro con un alienígena, lo mejor sería echarse a cantar, Egermann responde con una sonrisa: “Bueno, al menos valdría para saber si se excita igual que nosotros”.
lunes, 5 de enero de 2015
Los niños que estudian violín o piano podrían aprender algo más que música. Según un estudio de la Escuela Médica de la Universidad de Vermont (EEUU), el entrenamiento musical también ayuda a los pequeños a centrar su atención, controlar sus emociones y a disminuir su ansiedad. Los autores de la investigación, los psiquiatras James Hudziak y Eileen Crehan, afirman que esta es “la más extensa sobre la relación entre la actividad de tocar un instrumento musical y el desarrollo cerebral”. En ella se analizaron los escáneres cerebrales de un total de 232 niños de edades comprendidas entre los seis y los 18 años. Variaciones en el grosor de la corteza cerebral A medida que los niños se hacen mayores, el espesor de su corteza cerebral –que es la capa más externa del cerebro- sufre algunos cambios. En análisis previos sobre este aspecto, Hudziak y su equipo habían descubierto que el engrosamiento o el adelgazamiento de la corteza en áreas específicas del cerebro podían indicar la aparición de ansiedad y depresión en los pequeños; de problemas de atención, de agresividad o de control de la conducta; incluso en niños sanos (sin diagnóstico de trastorno o de enfermedad mental). Con el presente estudio, Hudziak quería ver si, por el contrario, una actividad positiva, como la formación musical, podía influir en dichos indicadores corticales. Resultados obtenidos Sus resultados revelaron que tocar un instrumento altera las áreas motoras del cerebro, porque esta actividad requiere del control y de la coordinación de movimientos. Pero no solo eso: se constató que la práctica musical influía en el grosor de una parte de la corteza relacionada con la función ejecutiva (que incluye la memoria de trabajo, el control de la atención y la capacidad de planficación); y también en el de áreas del cerebro que juegan un papel crucial en la capacidad de autocontrol y el procesamiento de emociones. Hudziak concluye a partir de estos resultados que tocar el violín o el piano puede ayudar psicológicamente más a un niño o niña que lo necesite que un tratamiento médico. “Nunca intentamos usar cosas positivas como tratamiento”, señala. Sin embargo, este estudio ha constatado “la importancia vital de encontrar vías nuevas e innovadoras para hacer que la preparación musical esté disponible por extenso para todos los jóvenes, empezando por la infancia”, afirma el investigador. Efectos de la música en la memoria y la inteligencia En 2006, ya un experimento desarrollado por psicólogos canadienses comprobó que la enseñanza musical acelera el desarrollo de la corteza cerebral de niños de escuela infantil y primaria, con un efecto positivo sobre la memoria y la atención de los más pequeños. Los científicos explicaron entonces que esta mejora de la capacidad de memorización -alcanzada gracias a la música- facilitaba a su vez el aprendizaje de la lectura, de la escritura y de las matemáticas, así como el desarrollo de la capacidad de ubicarse en un entorno e incluso el coeficiente intelectual. En 2008, otra investigación sobre la relación entre la música y el cerebro estableció que los niños que tocan un instrumento una media de dos horas y media a la semana desarrollan un 25% más el cuerpo calloso, la zona que conecta los dos hemisferios cerebrales y que ayuda a la coordinación de ambas manos. Los investigadores descubrieron también que el incremento en el cuerpo calloso es directamente proporcional al rendimiento en una prueba no musical en la que los niños presionaban secuencias en un teclado de ordenador. Fuente: Tendencias21.com
http://www.minuto30.com/ninos-con-ansiedad-reciben-tratamientos-efectivos-con-instrumentos-musicales/299737/
Fuente: Tendencias21.com
Niños con ansiedad reciben tratamientos efectivos con instrumentos musicales
Por SoloDuque
Según un estudio de la Escuela Médica de la Universidad de Vermont (EEUU), el entrenamiento musical ayuda a los pequeños a centrar su atención, controlar sus emociones y a disminuir su ansiedad. Los científicos concluyen que la práctica musical puede ayudar psicológicamente más a algunos niños que un tratamiento médico y que, por tanto, debería generalizarse desde la infancia.
Los niños que estudian violín o piano podrían aprender algo más que música. Según un estudio de la Escuela Médica de la Universidad de Vermont (EEUU), el entrenamiento musical también ayuda a los pequeños a centrar su atención, controlar sus emociones y a disminuir su ansiedad.
Los autores de la investigación, los psiquiatras James Hudziak y Eileen Crehan, afirman que esta es “la más extensa sobre la relación entre la actividad de tocar un instrumento musical y el desarrollo cerebral”. En ella se analizaron los escáneres cerebrales de un total de 232 niños de edades comprendidas entre los seis y los 18 años.
Variaciones en el grosor de la corteza cerebral
A medida que los niños se hacen mayores, el espesor de su corteza cerebral –que es la capa más externa del cerebro- sufre algunos cambios.
En análisis previos sobre este aspecto, Hudziak y su equipo habían descubierto que el engrosamiento o el adelgazamiento de la corteza en áreas específicas del cerebro podían indicar la aparición de ansiedad y depresión en los pequeños; de problemas de atención, de agresividad o de control de la conducta; incluso en niños sanos (sin diagnóstico de trastorno o de enfermedad mental).
Con el presente estudio, Hudziak quería ver si, por el contrario, una actividad positiva, como la formación musical, podía influir en dichos indicadores corticales.
Resultados obtenidos
Sus resultados revelaron que tocar un instrumento altera las áreas motoras del cerebro, porque esta actividad requiere del control y de la coordinación de movimientos.
Pero no solo eso: se constató que la práctica musical influía en el grosor de una parte de la corteza relacionada con la función ejecutiva (que incluye la memoria de trabajo, el control de la atención y la capacidad de planficación); y también en el de áreas del cerebro que juegan un papel crucial en la capacidad de autocontrol y el procesamiento de emociones.
Hudziak concluye a partir de estos resultados que tocar el violín o el piano puede ayudar psicológicamente más a un niño o niña que lo necesite que un tratamiento médico. “Nunca intentamos usar cosas positivas como tratamiento”, señala. Sin embargo, este estudio ha constatado “la importancia vital de encontrar vías nuevas e innovadoras para hacer que la preparación musical esté disponible por extenso para todos los jóvenes, empezando por la infancia”, afirma el investigador.
Efectos de la música en la memoria y la inteligencia
En 2006, ya un experimento desarrollado por psicólogos canadienses comprobó que la enseñanza musical acelera el desarrollo de la corteza cerebral de niños de escuela infantil y primaria, con un efecto positivo sobre la memoria y la atención de los más pequeños.
Los científicos explicaron entonces que esta mejora de la capacidad de memorización -alcanzada gracias a la música- facilitaba a su vez el aprendizaje de la lectura, de la escritura y de las matemáticas, así como el desarrollo de la capacidad de ubicarse en un entorno e incluso el coeficiente intelectual.
En 2008, otra investigación sobre la relación entre la música y el cerebro estableció que los niños que tocan un instrumento una media de dos horas y media a la semana desarrollan un 25% más el cuerpo calloso, la zona que conecta los dos hemisferios cerebrales y que ayuda a la coordinación de ambas manos.
Los investigadores descubrieron también que el incremento en el cuerpo calloso es directamente proporcional al rendimiento en una prueba no musical en la que los niños presionaban secuencias en un teclado de ordenador.
Fuente: Tendencias21.com
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